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Alternancia II

Actualizado: 20 feb 2020

¿Ojos sobre la obra?


La confrontación de dos elementos, preferiblemente impresiones, ideas, recuerdos y pensamientos, arroja una incertidumbre capaz de superar equitativamente el giro de la respuesta y la posición de la pregunta. No me aterra esa tabla de madera flotante que ignora las normas de la geometría de la habitación en la que se encuentra. Tampoco me aterra lo que está encima de la superficie que deja entrever su desgaste gracias a las blancas líneas, las cuales se extienden horizontalmente apropiándose de un objeto que no termino de interiorizar por más que trate de imaginar que puedo poner a prueba su existencia si llegara a estar en esa habitación. ¿Cómo me sentiría? Las proporciones escapan rápidamente de este análisis. Sin embargo, sé que hay luz porque el marco de las gafas y los ojos arrojan cada uno sombras que parecen ser las únicas. ¿Será acaso el sol? André Breton decía que su vida no era más que una imagen (…), que estaba condenado a volver sobre sus pasos bajo la ilusión que estaba explorando, condenado a tratar y aprender algo que él simplemente debía reconocer, aprendiendo una simple fracción de lo que ya había olvidado.

Remedios Varo, Ojos sobre la mesa, (1935, https://remedios-varo.com/ojos-sobre-la-mesa-1935/).


Podría llegar a decir que ya conozco esta obra porque es una imagen que carga en su interior los ecos de otros referentes sensoriales capaces de estimular no solamente el tiempo pasado, pero también los corredores de mi mente que llevan a parajes lejanos. No obstante, cada vez que pienso más en sus detalles, entonces parece que me enfoco en el mar gris de hilar y tejer conclusiones no definitivas. El espectro de mi imaginación tiende a volverse real a medida que trato de resguardar mi concentración.


Exploraré, predominan en las dos paredes, suponiendo que la parte inferior es el piso, el color amarillo y el verde. La arista me da un límite definido aunque los colores estén manchados y sea difícil para cada parte pensar qué vino primero. ¿Acaso las paredes de la habitación continúan más allá de lo que Remedios Varo retrató? En ese orden de ideas, ¿el amarillo y el verde infinitamente están destinados a compartir los matices de su luminosidad y oscuridad? Uno salpicó al otro, uno se arrepintió del otro, uno se apoderó del otro. El amarillo es oro de Midas y el verde es lo prístino; el amarillo es cielo y el verde es la naturaleza que une al paisaje del mundo y ambos se funden entre sí porque es imposible separarlos, ya que su continuidad se extiende más allá del deseo de la razón.


Trataré de reconocer la tierra, supondré que es complemento de la pared verde -la naturaleza-, ya que el pasto puede crecer ahí cómodamente, pero sin abundancia; puede dar vida, pero es difícil de mantener, en temporadas puede agrietarse y pudrir lo que ahí yació. Cuando el amarillo no ha sido opacado por el verde, cuando el verde no ha sido iluminado por el amarillo, la tierra parece ser el punto medio que recibe a los dos extremos y eleva el espejo. La concepción de esta “habitación” no es plana ni estática porque del paso de las paredes al suelo se crea una espiral de atracción. El deseo de complejizar la situación hizo que obviara un detalle esencial: la superficie donde están el marco de las gafas y los ojos es del mismo color que la tierra, el borde frontal corresponde al amarillo de la pared y la misma correspondencia sucede con el borde lateral, hasta las plantas que parecen ser mecidas por el viento se componen de los mismos colores, unas raíces claras que se extienden enteramente al verde, así son hasta las que no podemos ver.


Olvidaré, ¿qué es más subjetivo, sino los ojos enfrentándose a sí mismos? Los ojos salen de aquello que los contienen. Por un lado, las cuencas del cráneo. Por el otro, el marco artificial que actúa como un limitante doble. El primero permite, el segundo se supone mejora, alivia y anticipa. No obstante, los ojos rechazaron esa invitación a existir. ¿Cómo llegaron ahí? Pueden ser un recuerdo y este pieza de arte no sería más que una fracción elemental de un sueño. Alguien se despojó de su uno de sus sentidos primordiales, pero no para siempre. Tal vez cada noche esa persona deja sus glóbulos oculares en la mesa de noche justo en frente de sus anteojos y el vidrio que proyecta la sombra actúa como un juez. Atentos permanecen abiertos, no se cansan, la posibilidad de cerrarse no existe. El azul, aunque reducido a dos círculos, es vasto. Las pupilas son profundas y no se dirigen al mismo punto, pero sí trabajan en el mismo mundo. Había olvidado que la dualidad también tiene un proceso intrínseco de autonomía y que las pestañas protegen del sol y encarcelan a los ojos cuando el sueño llama. Es admirable esta fantasía en donde solo existe mi voluntad circular de tratar de descubrir algo más en lo que se presenta ante mí como una imagen de verdad, la cual guarda el secreto en el vacío que la vigila y la construye en el reto de tratar de explorar la realidad de limbo de los ejércitos entre los ojos míos y los demás.


MLGT.

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